viernes, 19 de marzo de 2010


La primera vez que la ví, que fue de lejos, pensé que la vida no había sido generosa en belleza cuando le tocó repartírsela. Tal vez la miré demasiado porque se detuvo en mis ojos y terminamos hablando.
A la segunda frase ya sabía que la belleza la tenía en otro lado. Fue instantáneo.
¿Enamoradiza yo? Sì, qué voy a hacer...
Y me envolvió como un reptil con fauces de león hambriento.
Me contó historias tiernas y las llenó de sonrisas. Desprendida boca que más tarde besé infinitas veces con el amor más profundo que alguna vez pude sentir.
Compartimos los años, la vida, los abrazos; pero no el camino ni el proyecto ni el boleto de vuelta a nosotras mismas.
El tiempo pasó inevitable. Lo intentamos todo, lo perdimos todo, nos perdimos.
Tenía el don de la alegría y sin embargo sólo dejó huellas tristes en la tierra húmeda que alguna vez pisamos juntas.

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